No hay ocultación ni doblez en el
cine de Ocelot, sus obras están perfectamente diseñadas para ser apreciadas por
el público infantil, para ser vistas sin parpadear ante la profusión de
detalles, aventuras, personajes; pero siempre sin olvidar que la sencillez para
entender la trama no viene reñida con la profundidad de los temas de fondo que
se ofrecen. Tan cerca está Ocelot del mundo infantil que no es infrecuente que,
en solitario, o junto a adultos y jóvenes, sus protagonistas sean niños o
adolescentes de una madurez y sensatez apabullantes. Es el caso de su más
conocido personaje, Kirikou, protagonista de tres de sus películas, y ahora el
de Dilili, su heroína femenina por excelencia, en una película donde, al
derroche de imaginación visual elaborando un relato a medio camino entre Julio
Verne y Conan Doyle trasplantado a París, la ciudad se transforma, por sí misma,
en un nuevo personaje cobrando vida propia, porque al prestar sus escenarios el
relato se convierte en homenaje constante a la Ciudad Luz en el apogeo de la “Belle
Epoque”.
Dilili, la niña de origen
caledonio, adoptada por una mujer de la alta sociedad parisina pero que pasa sus
días como “empleada” en el Jardín d,aclimatation como producto de exhibición exótica para que
los occidentales conozcan los modos de vida de las colonias, ha decidido “emanciparse”,
dejar de exponerse públicamente como una “salvaje” y conocer la ciudad y sus
artistas. Así conocerá a Orel, un joven adolescente con madera de líder y de
maestro de ceremonias que, atraído por la niña, le ayudará en sus andanzas, espoleada por la repetida
desaparición de niñas a manos de una sociedad secreta, los “Malmaîtres”, traducidos
aquí como los “Hombres Alfa”, de tal manera que la búsqueda de pistas para dar
con la guarida de esa sociedad irá proporcionando a Dilili no sólo la información
buscada, sino el deseo satisfecho de acercarse a las élites culturales del París
de inicios del s.XX.
“Je suis trés heureuse de vous
rencontrer” será la fórmula con la que la pequeña mujer irá cruzándose con Emma
Calvé, la histórica soprano que hará de hada madrina de la pareja en sus
incursiones por el París bohemio, científico, artístico y también de los bajos
fondos (con la voz de la no menos conocida soprano Nathalie Dessay), y con
ella, y sobre todo con Orel, Dilili irá acercándose y obteniendo información y
ayuda de Henri Matisse, Pablo Picasso, Constantin Brancusi, Suzanne Valadon, Toulouse-Lautrec,
Colette, Marcel Proust, Claude Debussy, Erik Satie, Gustave Eiffel, Louis
Pasteur, Marie Curie, Chocolat, Suzanne Valadon, Sarah Bernhardt, Santos
Dumont, Renoir, Manet, Rodin, Camille Claudel, Modigliani, Reynaldo Hahn, Anna
de Noailles, Wilde, Gertrude Stein, Louise Michel………personajes de tanta altura
como la ciudad que les acoge, un París que transita entre el dibujo y la
fotografía real del lugar por el que los dibujos se mueven, porque Ocelot ha
debido pensar que nada mejor para recrear lo que existe que usar los verdaderos
edificios, calles, salones del París art déco e implantar sobre ellos la
silueta de sus protagonistas.

Acostumbrados a que el cine de
Ocelot use el dibujo (o el recortable para acercarse a Lote Reininger y Karel
Zeman) para el desarrollo de sus obras, sorprende, y produce un choque
excepcional comprobar cómo Dilili desciende las escaleras desde Montmartre
hasta la clínica Pasteur brincando con su “triporteur” por las verdaderas
escaleras del barrio parisino, o nos movemos con ella por las galerías de la Ópera
de Paris, o por Rue Rivoli, place de la Concorde, place d,Opera……o no, porque
hay ocasiones donde nuestro ojo no será lo suficientemente rápido para
discernir si estamos ante un dibujo extremadamente fotográfico del lugar real o
ante una fotografía del escenario por el que Orel pedalea y Dilili ordena.
Aunque más allá del portento visual y la concepción estética de la película, la
verdadera alma de la misma es su sencillo feminismo que la atraviesa de
principio a fin.

Es la época de las primeras
mujeres, la primera profesora, la primera alumna universitaria, la primera gran
diva del teatro, la primera médico, la primera inventora, la primera escultora,
la primera política, la primera emancipada haciendo vida en libertad sin
depender de un hombre. O al menos de las primeras que coincidieron todas al
mismo tiempo y en el mismo lugar para empezar a abrir paso a las siguientes
generaciones, en esos momentos de transición donde, manteniendo esa estética
ultrafemenina de vestidos largos, maquillaje cuidado, peinados a la última se
reivindica el derecho a mantener ese aspecto estético sin merma de la capacidad
autónoma de decidir y de influir tanto como los hombres, y no en vano, la ayuda
definitiva y el plan último para salvar a la civilización de manos de los “Malmaîtres”
se producirá en una reunión entre Marie Curie, la Bernhardt y Louise Michel. La
mujer al poder liberando a la mujer, pues tampoco es casual que el grupo
criminal cuyo lema es “Paris joli, Paris pourri”, secuestre mujeres para
someterlas, anularlas, obligarlas a vestir como si de un burka se tratara y a
permanecer a cuatro patas toda la vida, de hecho los hombres de la organización
se refieren a las mujeres como “quatre pattes”.
Se ha querido ver una doble
crítica en la película al peligro del integrismo religioso islámico y al
crecimiento del Frente Nacional mimado por las élites políticas (las mismas que
amparan y protegen a los Malmaîtres) y nutrido de las capas más bajas de la
sociedad. Pudiera ser, pero me parece demasiado sutil como para que la idea
cale y trascienda a partir de una maravilla de orfebrería visual, como suele
ser el cine de Ocelot, cuyo mensaje es suficientemente claro en su
reivindicación de la libertad, la igualdad entre hombres y mujeres y la
necesidad del arte y la cultura para eliminar los oscurantismos que nos rodean.
Basta con saborear lo bonito que sería poder sobrevolar París en un dirigible a
pedales mientras la Torre Eiffel se ilumina a nuestro paso y una soprano nos
canta al oído, ahí está la magia de Ocelot.
DILILI Á PARIS. Francia. 2018. Duración:
95 min. Dirección: Michel Ocelot. Guion: Michel Ocelot. Música: Gabriel Yared. Productora:
Nord-Ouest Films. Productores: Christophe
Rossignon, Philip Boëffard. Voces: Prunelle Charles-Ambron, Enzo Ratsito,
Natalie Dessay. Distribuida por La Aventura Audiovisual
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