LAS PLANTAS (Roberto Doveris,
2016)
Mediante espejos y cristales
buscas tu reflejo como si no llegaras a descubrirte del todo. Cuanta mayor es
la libertad que te proporciona vivir sola, aunque sea temporalmente, y obligada
por la enfermedad que te rodea, mayor es la desubicación, los miedos, las
inseguridades, las ausencias, las dudas. Sustentada en una banda de sonido que
pretende transmitirnos confusión y también la ramificación fantástica del
relato, las semanas que seguimos a Flor(encia) no son sino la consecuencia
lógica de una vida adolescente de lo más normal a su edad. Flor cuida de un
hermano en estado de coma vegetativo en una casa unifamiliar de la ciudad de
Santiago de Chile rodeada de vegetación, al tiempo que la madre está ingresada
en el hospital recuperándose de una grave enfermedad de pronóstico incierto,
postrada permanentemente en cama. “Las plantas” del título son su propia
familia, ausente el referente paterno, la más joven asume la carga de mantener
todo a flote hasta que la madre vuelva, o no. Madre y hermano permanecen
inmóviles mientras Flor deambula sin un rumbo demasiado definido entre una vida
regularizada fuera de las cuatro paredes de la casa y progresivamente asfixiada
en una atmósfera de opresión psicológica, que se acerca al terror personal,
cuando permanece en esa vivienda demasiado grande y demasiado vacía al mismo
tiempo.
El sonido impregna las imágenes
como esos cómics de ciencia ficción que lee Flor al encontrarlos ocasionalmente
en el trastero terminan afectando a su percepción; “Las plantas” se titula el
cómic, y recuerdan mucho al clásico de Don Siegel “Los ladrones de cuerpos”; un
sonido que va penetrando en la mente de la joven hasta imaginar si no estará
siendo poseída por el espíritu de las plantas que la van dominando poco a poco,
o, en caso contrario, si no será su alma la que está invadiendo el cuerpo de
las plantas hasta sentir en si misma sensaciones hasta entonces desconocidas.
Flor se refleja en los cristales y se multiplica o se desvirtúa, mientras, esos
mismos cristales hacen de parapeto, de mampara de seguridad para ir avanzando
poco a poco en su despertar sexual. El cristal de la pantalla de un ordenador o
el cristal de una puerta separan a Flor y mantienen en compartimentos estancos
la realidad y el deseo, barreras conscientes que hay que ir derribando poco a
poco o que otros derriben por tí. Cuerpos dispuestos a todo que, sin embargo,
se mantienen separados porque la joven no se aventura a dar un paso para el que
ha preparado un método no ausente de peligro.
Ese ambiente de atmósfera
iluminada entre luces; con matices y claroscuros que mantienen la penumbra de
un futuro muy incierto, que choca plenamente con la vida fuera de esas paredes,
llena de animación y aparente alegría de la que Flor es incapaz de participar,
alejada de unas coreografías “cosplay” y disfraces manga tan opuestos a su
personalidad huidiza y solitaria, incluso esquiva de la joven, cuya mente va
confundiendo persona con personaje, árbol con ente extraterrestre, vida real
con sueño o pesadilla. Refugiada en una cama, agarrada a un hermano que da
calor pero no puede proporcionar compañía, la soledad coincide con el despertar
sexual difícil de resolver. De la curiosidad natural por conocer la anatomía
del otro sexo a la culminación del deseo posterior a la introducción de un
segmento cercano al thriller erótico, “Las plantas” va mutando su contenido,
que no su estilo, a lo largo de 90 minutos intensos pero también áridos, nada
disfrutables por si mismos al transformar poco a poco, al personaje femenino en
un ser encerrado y confuso como si el alma del hermano en coma fuera invadiendo
la vitalidad decreciente de la joven, como si ese hermano fuera la planta que
chupa de la vida de quien tiene movimiento y palabra, una renuncia poco a poco
en la que lo único importante termina siendo el sexo y el contacto de un cuerpo
conocido pero que no se comunica, una especie de planta que termina anclada a
un lugar e inmóvil, en simbiosis con el ambiente, en renuncia absoluta a moverse.
LAS PLANTAS. Chile. 2016. Director:
Roberto Doveris. Guión: Roberto
Doveris. Música: Violeta
Castillo, Ignacio Redard. Fotografía:
Patricio Alfaro. Reparto:
Violeta Castillo, Mauro Vaca, Ernesto Meléndez, Ingrid Isensee, Juan Cano,
Simón Mercado, Marcela de la Carrera.Duración
93´.
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