INHERENT VICE (PURO VICIO, Paul Thomas
Anderson, 2015) Calificación: 9
Jonny Greenwood – Shasta
Bajo los adoquines está la playa. El nombre de Pynchon me ha dado
siempre tanto respeto que, hasta ahora, no me he atrevido a leer sus novelas,
reseñadas como obras de profundidad, extensos tratados de la naturaleza humana
con una inabarcable cantidad de páginas para asumir el reto sin demasiado
tiempo libre. Y cometería el error de sentirme atraído ahora hacia esas novelas
por el hecho de quedar anonadado con la última creación de Anderson, porque
quizás sea más Anderson que Pynchon, que ya es bastante, y no cabe confundir el
culo con las témporas, porque lo grande en cine no tiene porqué ser grande en
literatura, y en caso de ser ambos grandes, no tienen porqué ser equiparables
pero para mí, esta película es enorme. La primera escena ya nos anuncia que estamos ante un reflejo de un largo adiós, un adiós irreversible que no puede tener marcha atrás de la misma manera que una mano no puede detener la marcha de un coche.
Can – Vitamin C
“Puro vicio” es un desbordante
ejercicio visual en el que el espectador tiene que perderse necesariamente, las
tramas que vienen y van, los distintos registros que rodean este relato de cine
negro transformado en retrato de los orígenes de la ruina democrática a caballo
entre el fascismo hooveriano y el no menos comprometedor de las libertades,
gobierno de Nixon, es una apabullante sucesión de puñetazos a la memoria, al
presente, a los sentidos. Todo mancha, no hay mejor opción que hacer como el
ayudante sui géneris de Larry “Doc” Sportello, a la sazón nuestro héroe
lisérgico encarnado por J.Phoenix, estar y pasar, vivir en camiseta de tirantes
y bermudas, aprovechar el clima veraniego de California y acompañar, cuando
toque, a nuestro especial detective sin hacer preguntas y sin decir nada.
Chuck Jackson – Any Day Now
En “Puro Vicio” inmediatamente
nos sumergimos en su atmósfera onírica, en esa patina de irrealidad que
envuelve a todo y a todos los personajes, y sus primeros diez minutos tanto
pueden ser el inicio de “El sueño eterno” como volver a “La noche se mueve”,
Arthur Penn y Sydney Lumet nos contemplan, pero Anderson no se limita a eso, hasta
los Coen y el moderno slapstick de Wes Anderson tienen cabida en las idas y
venidas de “Doc”. Si Sportello bebiera continuamente “rusos blancos” no nos
extrañaría que su segundo apellido fuera Lebowski, aunque en todo caso, sería el
pariente ilustrado de “El Nota”, y a diferencia de éste, metiéndose en la boca
del lobo a sabiendas una vez que se le intenta perjudicar constantemente desde
el departamento de policía de Los Ángeles.
Les Baxter – Simba
Anderson juega con los géneros
hasta desmembrarlos, mezclarlos y fundirlos, desorientando o jugando a
desorientar, visionar con una mueca de sonrisa la película ambientados en una
comedia negra identifica al espectador con la cara de cuelgue de “Doc”
Sportello, el director cuenta con el apoyo inestimable de uno de los más
grandes actores del momento, J.Phoenix es capaz de aparentar vicio, desenfreno,
vulgaridad, encanto, romanticismo, violencia, ironía, perdón, pecado, caridad, ……en
una misma escena, de payaso cómico a héroe de acción, de doctor nada más que en
el nombre a detective de medio pelo perdido en la singladura de una California
peligrosa, donde lo más sucio y mendaz surge desde las cloacas del sistema, el
departamento de policía y el FBI compitiendo a ver quien violenta y vulnera más
libertades civiles en los morros de la fiscalía (Reese Winterspoon). Tan
iconoclasta se muestra Anderson en el retrato de una sociedad corroída por su vicio
inherente que no duda en hacer aparecer en pantalla a estrellas del porno en
personajes secundarios, que, en este caso, mantienen el tipo ante un detective
en permanente estado de embriaguez psíquica y espiritual, además de la física,
por múltiples sustancias, aunque la preferida sea la hierba.
The Marketts – Here Comes the Ho-Dads
El mar es lo único deseable en
este mundo paralelo en el que la mente de “Doc” Sportello fluctúa hacia el
desdoblamiento de personalidad, abrumado por el recuerdo permanente de su ex,
Shasta Fay, un ideal de belleza arquetípico al que una persona como Doc no
puede aspirar salvo que nos encontremos ante la mujer fatal que usa y abusa de
si misma para conseguir sus fines, “¿significa que volvemos?, “desde luego que
no”” , se dirán Shasta y Doc en un par de ocasiones en uno de esos cruces que
se dan en la historia entre ambos pero que sirven para situar al espectador, ya
perdido para entonces, acompañado por los esbozos de flashback y
predeterminismo de Sortilége, escudera sentimental y narradora mística de las
andanzas del detective (Joanna Newsom) nombre que alude, sin duda, al aspecto
fantástico, inasible, onírico de la historia, un personaje que, a veces está,
pero en otras desaparece antes de llegar a donde se dirigía con Doc, como si
fuera pero no pareciera, y en permanente tensión y desvelo por la amenaza del alter ego que representa “Big
Foot”, (Josh Brolin) el policía violento, corrupto, en cuya cara se refleja
“violación de derechos civiles”, obsesionado con el hippie sucio al que quiere
retirar de la calle de manera poco honorable, una historia de odio-atracción de
simbolismo homosexual (las bananas heladas que come y succiona el policía delante de Doc son claros reclamos
de simbología fálica) donde un inspector del renacimiento (porqué se muchas
cosas y una es que no soy imbécil) que representa los valores del club “John
Wayne” aparece como un ser sumiso y sometido por su esposa. Estos tres
personajes, muy centrales, junto con Doc, forman una especie de personalidad
múltiple en la que, en ocasiones, dudamos si no estaremos ante la película de
una ficción que la mente de un escritor está inventando sobre la marcha, o si
no será todo fruto del cortocircuito cerebral que sufre Doc ante el consumo
abusivo de estupefacientes.
Jonny Greenwood – Spooks
Al mar mira Doc para llegar a su
casa, cuando siente el recuerdo doloroso de la ausencia de Shasta, cuando
piensa en escapar de un mundo ruin y poco apetecible en el que solo fumar
hierba proporciona paz y estabilidad temporal, porque los tiempos de paz y amor
se alejan para Doc de manera irreversible. Un espacio estrecho, un pasillo que
conduce entre dos casas hacia el abierto mar, a través de un callejón de
esperanza, Doc puede imaginar que el mar está ahí para poder evadirse, aunque
sea en una goleta llamada el “Colmillo dorado”. Porque siendo tantos y tan
ricos los referentes, no olvidemos a Houston y Polanski, cuyo Chinatown
parecería calcarse al inicio de la trama con ese tiburón inmobiliario
destrozando el litoral de California, la trama de cine negro se va diluyendo,
va perdiendo su importancia como motor de la historia porque es la tapadera
perfecta para reflejar, por un lado, a un mundo caótico y en convulsión, y por
otro para recoger en imágenes la melancolía derivada del desamor, de una
traición programada sin castigo, una melancolía y un dolor sólo superable a
base de chutes de oxígeno sentado en un sillón ginecológico.
Minnie Riperton – Les Fleurs
Y si Doc hubiera bebido por los
codos podría ser el nuevo alter ego de Chinaski, si le hubiera dado a la
heroína podría ser un hijo de Burroughs, pero dándole a la hierba queda
reducido a bufón con raptos de lucidez y arrojo poco sensatos. Los fantasmas de
los armarios obsesionan a Doc, dispuesto a, no tanto descubrir como a redimir a
quien se puede salvar. El viaje alucinógeno que “Doc” emprende desde su
despacho de detective privado instalado en un consultorio médico, está empantanado
en episodios de pérdida de conciencia, ya sean mediante un bate de béisbol, un
exceso de cerveza o polvo de ángel mezclado con hierba, su mente sufre los
colapsos propios de los sesenta dedicados a experimentar con todo tipo de
sustancias, de ahí su mezcla de perplejidad e ignorancia ante lo que le sucede
y lo que va descubriendo, cómo si no es con ayuda de la hierba puedes aguantar
asesinatos policiales, secuestros programados, alianzas de nazis y negros
contra el gobierno, un gobernador como Reagan o un presidente como Nixon, cómo
soportar la muerte de tantos jóvenes enviados a la masacre de Vietnam, cómo
conjugar la palabra democracia con la persecución de los disidentes políticos
tachados de comunistas.
Jonny Greenwood – Under the Paving-Stones, the Beach!
En un mundo de capitalismo
desbocado los apellidos Nixon y Reagan se van desgranando como origen de la
bancarrota californiana, en los 70 se despedaza el sistema de asistencia social
para fomentar la empresa privada, ni más ni menos que políticos, policías y
cárteles de la droga cooperando para que los niños ricos del surfing style se
cuelguen a todo tipo de sustancias, cuanto más caras mejor, y al mismo tiempo
se les ofrezca la desintoxicación en paradisiacas clínicas privadas donde los
internos asisten a proyecciones de cine similares a las que Malcom MacDowell
sufría en La naranja mecánica, deshabituación a la droga mediante lavados de
cerebro anticomunista, clínicas que el cartel The Golden Fage sufraga como
manera de aumentar el margen de beneficios, con la inestimable cooperación de
un colegio de dentistas que se presta a servir de lavadora del dinero de la
droga alentado por las enormes posibilidades de beneficios fiscales o por un
FBI que utiliza los sanatorios para “congelar” a sus confidentes, dinero que
llega a través de unos cargamentos periódicos para los que la policía cuenta
como ayudante perfecto haciendo la vista gorda.
Jonny Greenwood – Shasta Fay
Pero todo esto es una de las
tramas, porque está la de Mickey Wolffman, el magnate inmobiliario que
desaparece cuando está dispuesto a regalar su fortuna y a construir alojamiento
gratis una vez que ha descubierto la verdad de su negocio inmoral gracias a las
drogas, y está la trama de Shasta Fay, ex de “Doc”, pareja de Mickey, amante de
neonazis, chica para todo a cambio del vacío del dinero, prototipo del vicio
inherente que nos deja secos, o la trama de Coy Harlingen , saxofonista al que
ni sus propios compañeros reconocerían tras años de drogas, informante de
tantas organizaciones policiales y parapoliciales que su vida ha desaparecido
secuestrado en su obligación de silencio para el que queda una última
redención, o la trama del guardaespaldas Charlock y su hermana, o Jade, la puta
de buen corazón que siente lástima por una encerrona a “Doc”, o……….son tantas
las tramas que no nos queda más que aspirar el humo embriagador y dejarnos
llevar, imposibilitados de asumir tanta información y tan seguida, oscilando
desde la incredulidad a la expectación, Inherent Vice es toda una cascada de
sensaciones, y es mejor moverse al ritmo de Doc, mecido por la música setentera
que recorre toda la historia sin estridencias y la fabulosa banda sonora de
Johnny Greenwood.
Neil Young – Journey Through the Past
Oigan, un lujo de película, no se
obsesionen con descubrir la trama o se perderán el bosque, be water my friend,
un disfrute, un subidón estético y poético a ritmo de chakras y citas de
misticismo hippie de los 70, con heroísmo desinteresado y un enigmático plano final, ¿ ve Doc la luz?,
¿iluminado o deslumbrado? ¿realidad o deseo? previamente ya ha visto destellos
a ritmo funky, pero nunca un foco interroga a una mirada de manera más
descarnada y nunca esa mirada se devuelve con una mezcla de impotencia y de
dejar pasar. PELICULÓN
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